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Stone Temple Pilots camina hacia el presente ligándose al pasado.


Stone_Temple_Pilots


Con la lengua popular pregonando a todo pulmón que el rock ha muerto, El Rincón Noventero ha osado lanzar una crítica sobre el nuevo álbum homónimo de Stone Temple Pilots (STP) con la incorporación del vocalista Jeff Gutt (ex participante del X Factor) en la alineación original de la banda conformada por los hermanos Dean y Robert De Leo (guitarra y bajo, respectivamente) y Eric Kretz (baterista), quienes no veían actividad en los estudios de grabación desde hace ocho años.


La vida de STP, como la mayoría de sus fanáticos sabe, estuvo marcada por caminos altos y bajos cargados de escepticismo y confianza que forman la cotidianidad de una banda de rock. La partida de Scott Weiland en el 2016 quizá no representó un sacudón fuerte para la escena musical ni para STP, siendo una punzada que no dolió, pero que incomoda con el paso del tiempo. Digo, ahora e igual que hace 5 años, el rock sigue en un retroceso que lo aleja de la escena comercial actual, convirtiéndolo en un pasado perfecto que resiste a desaparecer y que provoca en el público simbolismos sobre la muerte de los artistas, dejando atrás pesares y penas.

Todo parece indicar que Scott muere en el tiempo equivocado.

Stone Temple Pilots: su octava entrega en estudio.

Podemos dejar los actos poéticos a un lado y centrarnos en inspeccionar el nuevo trabajo musical de STP cuyo nombre – como dije en anteriores líneas – lleva el nombre de la banda. Éste es lanzado el 16 de marzo del 2018 a través del sello discográfico Atlantic Records (el mismo que demandó a la banda por supuestos incumplimientos en los contratos firmados años atrás) y está conformado por doce (12) tracks y dos (2) bonus tracks cuyos créditos están distribuidos entre los cuatro integrantes actuales (entre ellos el nuevo vocalista de la banda, reemplazo de Scott Weiland, Jeff Gutt). La banda lanzó dos sencillos de este álbum; uno en 2017 con el tema Meadow y dos posteriores el año siguiente con los temas Roll Me Under y The Art Of Letting Go.


No puedo negar que al escuchar el nuevo álbum de STP recordé la esencia de trabajos anteriores como el Core o Purple, tanto en la composición como en líricas, aunque no sé si esta sensación sea auspiciada por la felicidad o tristeza. Eric Kretz es un tipo que le encanta que su batería suene algo “chatarrera” al igual que Dean De Leo con su guitarra, provocando entre ellos un sonido único donde Scott Weiland pudo demostrar sus cualidades para subir o bajar tonalidades y así crear temas como Wicked Garden, Vaseline, Interstate Love Song o Plush.

No obstante, aquella primera forma del sonido de la banda fue perdiendo consistencia; TinyMusic… Songs From Vatican Gift Shop, No. 4 y Shangri – LA DEE DA fueron trabajos orientados hacia ideas relacionadas con el género pop, siendo métodos de experimentación con el sello STP que seguían cumpliendo con buenos resultados.

Ahora, el deseo de volver a las raíces del primer sonido fue el denominador común en el actual STP para consolidar su última entrega musical, algo que inversamente para los amantes del rock contemporáneo puede no ser la ecuación adecuada.

Pasemos a la crítica.

La octava entrega de los STP tiene buenas canciones como Meadow o Thought She’d Be Mine, las cuales son rock puro, sin embargo, quitándome los zapatos Converse y mi camisa a cuadros, me doy cuenta, con sollozos lastimeros entre los labios, que STP extraña tanto a Scott Weiland que decidió clonarlo en Jeff Gutt; un tipo que prácticamente tiene el ADN de anterior vocalista.

Esto parece indicar que el miedo al cambio pudo más en STP, lo que me hace preguntar: ¿les importa un carajo el futuro? Parece que sí; ellos, sencillamente, buscan fidelizar los fanáticos que ya tienen.

¿ Y es justo culparlos por quedarse en el mismo sitio? No, en realidad esta necesidad de no querer arriesgar un carajo en la mayoría de bandas roqueras se debe a los nuevos métodos de consumo musical: sonidos musicales adaptados a contextos universales, canciones generados por computadora (y sin el uso de ningún instrumento musical) y las ganas de lanzar sencillos que álbumes completos son algunas de estas formas que dan una patada al trasero al rock el cual profesa todo lo contrario.

¿Y a los nuevos roqueros qué les queda? Nada, de hecho no sé si hay nuevos roqueros...

Conclusión.

Sí eres seguidor de Stone Temple Pilots desde sus inicios, este es un disco que debes oír. Jeff Gutt es prácticamente Scott Weiland en un cuerpo prestado. Por otro lado, el oyente, una vez oye el álbum, debe decidir - de manera crítica - concluir si Stone Temple Pilots merece un espaldarazo por querer seguir igual o una cachetada por no cambiar. De mi parte, les daría el espaldarazo y después la cachetada. Veremos dentro de unos meses sí el álbum fue un éxito.

Además, el rock está sentenciado a ser parte del pasado si los jóvenes de esta generación sienten más rebeldía bailar salsa choke que entrar a un pogo. Somos conscientes que esta generación no es la adecuada para el rock n’ roll ni para que las bandas que fueron estandarte de éste hagan de las suyas, así que el cuestionamiento que ronda por los aíres es: debemos disfrutar del pasado o debemos forjar un futuro con salchichas y rock n’ roll. 

La decisión correcta está en cada uno de ustedes (y en mí también). 

Saludos.              

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